Desde hace más de 10 años un día cualquiera me converti de la noche a la mañana y sin pensarlo dos veces en donante de órganos, porque razón, todo se debe a mi espíritu colaborador, a mis ganas de servir a los demás, algo que le debo a mis padres. Me siento la persona más feliz del mundo por haber tomado esa sabia decisión de que el día en que no esté entre los vivos muchos de mis órganos le sirvan a personas que en forma angustiante si lo necesiten, ya tengo los papeles completos, afortunadamente el venir acá a Bogotá me sirvió para hacer las diligencias necesarias, diligencias que años atrás habían quedado solamente en un formulario web y que gracias a Dios y a mi fuerza de voluntad se han cristalizado.
Aunque no se ve muy claro, pero ahí está, las personas que quieran tomar esa sabia decisión de ser útiles en vida me lo comentan y con el mayor de los gustos les digo que deben hacer, ante todo dejar tanto prejuicio, tanta creencia boba; segundo tener tres cosas: voluntad, querer y poder y por último tener capacidad de servir y si tienen las tres tener el valor de hacerlo, de ayudar a los demás, de servir sin recibir nada a cambio, de hacer las cosas sin esperar que el otro te de para poder dar.
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