En la
segunda semana del mes de octubre del presente año por invitación de una de mis
hermanas fui a pasar unos días a la colonial Barichara y me encontré allí con
la XXXIX Ferias y Fiestas Cultuales de la Solidaridad y el Retiro.
Unas fiestas comunes y corrientes, con desfiles de carrozas bien
particulares donde la importancia del evento no es la belleza y el glamour de
la reina sino el tema de la carroza que va desde lo artesanal pasando por la
agricultura, formas y estilos de vida, oficios autóctonas, etc.
Otra de las particularidades de la celebración fue una muestra de
danzas folclóricas desde la colonia hasta las danzas modernas. Como el
municipio se le conoce por sus actividades culturales, pues no podía faltar la música
de tiples, guitarras, requintos e intérpretes de obras musicales que se
destacaban por su magistral interpretación.
Pero de todos los eventos algunos comunes y corrientes, el espectáculo
que más me llamo la atención fue el encuentro de bandas, en todos los años que
tengo, nunca había visto un evento en donde lo más importante no es la cantidad
sino la calidad que depende de la cantidad. Bandas confirmadas por hombres,
mujeres, niñas y niños de los colegios locales y municipios cercanos.
Pero eso puede ser muy normal porque bandas hay en algunos colegios y en
instituciones militares, pero eso no es lo particular, lo particular y lo hacen
únicos, es que estas bandas tienen en el frente un grupo de danzantes,
regularmente mujeres niñas algunas que danzan, bailan al ritmo de trombones, redoblantes,
cornetas y tambores. En su mayoría bandas mixtas, algunas marciales y unas
cuantas banda show y fue la que me inspiro a escribir este artículo.
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