domingo, 6 de junio de 2010

El Santísimo



El Santísimo

Hoy como todos los domingos a las 11:00 am me reuno con mi Dios, pero hoy fue un día muy especial, especial porque recordé mis épocas de niño, cuando estudiaba con curas en el Instituto de la Salle de la Calle 11 en Bogotá, hace bastantes años. Lo recordé con mucha nostalgia porque en esos días de niño a mi como a mis amigos de la infancia nos gustaba colarnos en los pasillos de la iglesia, nos gustaba porque nos parecía interesante, como un reto estar cerca del capellán de la iglesia, para nosotros que éramos unos infantes nos gustaba ver como se vestía el cura, que hacía antes de oficiar la misa, nosotros nos metimos incluso al coro de la iglesia solo para investigar que había detras del púlpito, que se escondía detrás del ara de la iglesia, donde solo los acólitos podían estar. Pero de todas esas pilatunas de infante hubo un suceso que marcó mi vida durante muchos años y que hoy fui el afortunado de revivirlo, estar junto al Santísimo.

Hoy como de costumbre me hice en la parte central de la iglesia y uno de los diáconos se me acercó y me propuso que hiciera parte de una prosesión a lo que respondí que sí, era de los pocos que estaba dispuesto en ese momento. En un principio para ser franco me dio mamera (como dicen los pelaos ahora), pero después dije, porque no, colaborar de vez en cuando, pues el señor se acercó a otro vecino y le propuso lo mismo, el caso es que de 6 personas que estábamos en la silla, dos (y afortunadamente me encuentro entre ellas) dijimos que sí.

Al final de la misa, luego de la comunión y antes de la despedida del padre, el señor se nos acerca y nos invita a un cuarto detrás de unos santos. Nos encontramos allí 6 personas, de todas las edades, de todas las alturas y muy dispuestos a recibir al padre con El Altísimo en sus manos, me sentí en 5 minutos que estuve caminando al rededor de las sillas de la iglesia como el más bendecido de todos, para mí en esos momentos revivieron mis épocas de niño, mis épocas en las que quería saber de todo de los curas, en fín, fueron 5 minutos inolvidables y que hoy quiero revivir aquí.

Lo único que no pude hacer esta vez fue darle un beso al Altísimo como lo hice cuando era niño y era un inocente estudiante de un colegio de curas.

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